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Fui un hombre de la Ser

Mientras que estuve en Valencia y más concretamente en Canut & Bardina, que fueron por encima de los diez años, mis viajes a Madrid acababan, indefectiblemente, en Videorecord o en Estudios Moro. En la primera de las entidades programaba las campañas de televisión de los clientes de la empresa para la que trabajaba, a partir de que Televisión Española creara su propia Gerencia y adjudicara, por lotes, sus espacios a las entidades que optaron a ellos, mediante sorteo. Con los hombres de Videorecord quitaba de un sitio y ponía en otro, hasta redondear la campaña que requería nuestro cliente.

Estudios Moro, en un edificio casi colindante al anterior, rodaba los spots cuyos guiones se habían creado, previamente, en Canut & Bardina. Mi misión consistía en supervisar los rodajes; elegir, a veces, los actores y, sobre todo, procurar que en todo momento el "personaje" principal de la historia fuera el producto. En ambos edificios transcurrían la mayor parte de mis horas en Madrid. Pero estas constituían una obligación; habían otras que eran una "autentica devoción": mis visitas a la Ser.

Teniendo en cuenta que tan solo unos años antes la televisión no existía para los sufridos españoles, tan sólo la radio, sobre todo Radio Madrid, los cines y el fútbol eran los únicos "platós" para el divertimiento, aunque no voy a negar que existieran otros, eso sí, no tan ortodoxos. Los programas de Radio Madrid, la Ser, eran los principales protagonistas en la mayoría de los hogares y sus locutores y locutoras eran como los amigos que a todas horas entraban en casa. De ahí, de esas vivencias anteriores e incluso de las del momento, viene el que no fuera extraño que cuando tuve la ocasión de entrar en lo que, para mí, era como un palacio encantado, me adentrara en él con las ilusiones de un niño.

Se ubicaba la emisora en un piso alto, creo que era el séptimo, de un edificio situado en lo que entonces era Avda. de José Antonio, hoy y siempre Gran Vía, con un portal en chaflán, creo recordar que con la calle de la Ballesta. En la actualidad creo que todo el edificio pertenece al Grupo Prisa, propietario también, de la Ser.

Entré por primera vez, en plan trabajo, acompañado por Mariano Canut, quien me presentó a los principales dirigentes y ya no dejé de adentrarme en su "mundo" en cuantas ocasiones me lo permitían las horas de mis estancias en Madrid. Llegué a sentirme en la Ser como en mi propia casa. Y eso era así por que sus gentes, desde el primero al último, me hacían sentirme de aquel modo. Era su director Eugenio Fontán, pero se le veía poco. Más contacto tenía con su director comercial, Fernando Romero, con el que incluso comí algunas veces, tanto en Madrid como en Valencia, su Jefe de publicidad, Albino Jiménez, la amabilidad personificada en un cuerpo más bien bajo, y en general, con todo el personal, con el que se podía departir, de no estar en antena.

Me eran conocidas todas sus voces. Cómo olvidar, por ejemplo, la de Matilde Conesa, que dio vida a tantos y tantos personajes; las de Juan de Toro, Alberto Oliveras, José Luis Pecker, Juan Domingo Castaño, Dionisio Morata, Vicente Marco y más tarde Boby Deglane y un largo etcétera que aunque no los nombres, seguro que están en la mente de quienes lean estos recuerdos. Recuerdos que son de radio y son de publicidad, y es que en la Ser no solo se hacía radio, si no que, también, se creaba publicidad. A Juan de Toro, quien por cierto era manchego como yo, le dabas "una alcachofa" y te vendía un micrófono y lo hacía, además, en directo y sin grabación previa. Recuerdo siempre su "¿Dónde vas tunante? A la calle del Almirante. No me digas más, vas a Duramás". Su voz se adentraba en los oídos y una vez oída una vez era difícil el no recordarla.

La televisión acabó por imponerse, pero antes de esto, en la Ser se "cocía" casi un cien por cien de la publicidad española. La emisión de sus seriales, pongamos por ejemplo Ama Rosa, era esperada cada día por miles de radioyentes, que aparte de las aventuras y desventuras de sus protagonistas, se "tragaban" el montón de cuñas publicitarias que aderezaban el evento. Y si no es bastante con este dato, vayamos al Gran Musical, programa que se emitía cada mañana de domingo desde un teatro y en el que junto a la música de momento, la publicidad era coprotagonista; espacio hubo en el que casi no se cantó nada más que el himno "Pilé, Pilé, Pilé 43. Otro programa, famoso tanto por sus contenidos, como por sus publicidades, el Consultorio de Elena Francis, en el que cualquier problema sentimental tenía su pronta solución, sobre todo si era femenino, y del que más tarde se dijo que lo escribía un hombre.

Concluyendo, que si la publicidad acabó fluyendo en un noventa por ciento en la televisión, antes lo estuvo en la radio y muy concretamente en la Ser... De ahí el protagonismo de este medio en la historia de la publicidad. Protagonismo que es de justicia reconocerle y que yo, como publicitario viejo, le reconozco.

Por Enrique J. Fernández, para el Centro de Documentación Publicitaria.