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La publicidad y el SER valenciano


En todo, o en casi todo, lo que llevo escrito sobre la publicidad, sus hombres y sus empresas, he insistido, una y otra vez, en el olvido en el que se tenía y aún se tiene, de todo aquello que no tuviera sus orígenes en Madrid o Barcelona; así era tanto en las revistas especializadas, como a la hora de "repartir" cargos en éste o aquel organismo.

A mí, que no soy valenciano y que nacido en La Mancha llegué a esta ciudad procedente de Madrid, me extrañó desde un principio esta ignorancia del centro hacía ciertos logros de los "extramuros". Cuando en los años sesenta ibas a Madrid a "llenar" los medios nacionales con publicidad de empresas valencianas, "ciertas" gentes se preguntaban que era "aquello" que tantos espacios publicitarios precisaba...

...Y aquello era la Comunidad Valenciana, entonces Reino de Valencia, en la que existían agencias de publicidad y hombres dedicados a las mismas desde, por lo menos, el mismo tiempo que en Madrid o Barcelona. Lanza, por ejemplo, fue pionera en el sector y cuerpo en el que se incubaron vástagos tan importantes como Canut & Bardina y Publipres, que cubrieron por sí solas, sobre todo la primera, al menos un cincuenta por ciento de la publicidad que se emitía en aquel entonces, fuera el que fuese el medio al que se mirara.

¿Por qué entonces solo Madrid y Barcelona acaparaban el protagonismo en las revistas y estamentos especializados? Me lo pregunté entonces muchas veces y me lo he seguido preguntando durante bastante tiempo. En un principio estaba convencido de que el pertinaz "centralismo" de ambas capitales y el ser en ellas en las que se producía la mayor concentración de empresas, era la principal causa del poco interés de los centros neurálgicos del devenir publicitario en España hacía todo lo que no se elaborara en una de ambas ciudades. Puede que así fuera,

Pero al menos en la que yo desarrollaba mi trabajo, Valencia, en la que viví y trabajé durante cuarenta años y a la que llegué a conocer a fondo, puedo asegurar que no eran Madrid y Barcelona las principales culpables del poco conocimiento que de la laboriosidad y éxito de la empresas ubicadas en la Comunidad Valenciana existía en el resto de la nación. Tan culpable como estas ciudades eran la propia Valencia y, por supuesto, sus dirigentes y ciudadanos. Valencia, la Comunidad, es tan rica tanto en el arte como en sus tierras, que no ha necesitado, o no ha sabido, abrir otro escaparate que el de sus Fallas. Atractivas, eso es cierto, pero de tan solo una semana de duración y que no muestran, por otra parte, nada más que el barroquismo de los ninots. Mientras los Blasco Ibáñez, Joaquín Sorolla, José Iturbi, el maestro Serrano o el doctor López Ibor y tantos otros que fueron y son prohombres ilustres, pasean o pasearon sus éxitos por esos mundos, pero no "pasean" su "valencianismo"... Y de eso no tienen la culpa los demás.

Es lamentable pero es así. En lo que a publicidad se refiere, por no meterme en otros "berenjenales", nunca las fuerzas vivas valencianas supieron, ni saben aún, de la existencia de las buenas agencias que tuvieron en su día. Tuvieron y aún tienen, magníficos creativos, Mariscal en Barcelona y Sempere y Manolo Lleo, en Madrid, y otros que desde su valencia natal crearon páginas que llenaron de arte los círculos artísticos del país, pero de nada de esto se "presume" en Valencia... ¿para qué?, ¡si ya tiene sus Fallas! Y no es que vaya en contra de las mismas, pero Valencia tiene categoría artística suficiente como para no limitarse a unas burlescas imitaciones de personajes en forma de ninots.

En Valencia se hizo, no sé si sigue haciendo, toda o casi toda la cartelería de los cientos de festejos taurinos que se celebraban en el año. De la cámara de un valenciano, Juan Andréu, emanaban la mayoría de las imágenes del NO-DO, que si bien no dejaba de ser un noticiario propagandístico, era, también, un ejemplo de un bien hacer cinematográfico. Por cierto, que un hijo de este Andréu, también Juan, y sus nietos regentan en Valencia unos Estudios Andro, en los que se crean y se ruedan cientos de spots publicitarios y otras expresiones fílmicas.

Lo que queda escrito y lo que siga en las siguientes líneas, no deja de ser la opinión muy personal de alguien que ha vivido cuarenta y dos años en Valencia y no ha visto a sus gentes identificadas con la mayoría de sus logros; Falleros, ¡eso sí! hasta la médula, pero desconocedores o poco interesados en otros éxitos artísticos de sus gentes, aunque, eso sí, quizás no sean ellos los principales culpables de esta ignorancia, y si sus autoridades, que poco o nada, hacen por darlos a conocer. Claro que bastante tienen con plantear empíricas reivindicaciones ante el gobierno central.

Autor: Enrique J. Fernández