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Kinita, un yo-yo, Fanta y Cruz Novillo: todo en uno

Los años sesenta y setenta fueron gloriosos para la industria musical en España. La apertura progresiva del país trajeron nuevos estilos musicales y, con ello, el florecimiento de solistas y grupos que pugnaban no solo por ocupar un espacio en la radio, discotecas, bares o verbenas sino también a un nivel mucho más doméstico: los guateques.

Esto, sin lugar no se le escapó al mercado publicitario y muchas marcas quisieron estar presentes de una u otra manera. Ahí están las populares colecciones de singles que editaron el brandy Fundador o el refresco de naranja Mirinda. Y ya que citamos un refresco de naranja, vayamos a la marca por excelencia: Fanta.

Resulta que a finales de la década de los sesenta, se pone de moda el yo-yo y Fanta creó el suyo propio. A Philips, que por entonces era una casa discográfica de primer orden, se le encendió la bombilla y en 1969 grabó un vinilo, formato single, donde se unía el juguetito de la marca de resfrescos americana a una de las voces que estaban pegando más fuerte en lo que se conocía como estilo yeyé: Kinita. La canción se llamaría “Yo-yo ye-ye”, obra de Cholo Baltasar y José Torregrosa. En la cara B del disco, una versión del tema eurovisivo inglés de aquel año; el “Boum bang-a-bang”, que cantaba Lulu y que aquí, se tradujo haciendo honor a las onomatopeyas: "Bum ban ban ban".

AQUÍ mismo puedes descargarte, digitalizadas, las dos canciones.

En la portada y contraportada del disco, nos encontramos a aquel dibujo de un payaso que Fanta tuvo como protagonista de su comunicación durante años. Aquel muñeco fue obra del diseñador Pepe Cruz Novillo, que comenzaba su meteórica carrera y que por entonces trabajaba como jefe de estudio de la agencia de publicidad Clarín, que gestionaba toda la publicidad de las marcas del grupo de Coca-Cola. Por cierto, muchas de las adaptaciones que se hicieron del muñeco corrieron a cargo de jovencísimo José Luis Zamorano, unos de los directores de arte y creativos más importantes de la historia de la publicidad española, responsable, entre otras campañas, de los legendarios anuncios de Si no hay Casera, nos vamos. En la contraportada del disco, el payaso de Fanta aparece mostrando ocho tipos diferentes de juegos que se pueden hacer con el yo-yó: el dormilón, el paseo del perrito, semicírculo, la catarata, columpiando al niño, el trébol, saltando la valla y la noria.

Pero ¿y quién era Kinita? Pues qué mejor que la inmersión a su figura que desde La Fonoteca hacen y que reproducimos a continuación:

Abran paso a Kinita y su yo-yo ye-yé

Un halo de misterio envuelve a esta cantante que con el tiempo se ha convertido en arquetipo de chica ye-yé debido a su imagen pizpireta, a su voz juvenil y a la interpretación de unas canciones que rozan lo gamberro y son hoy de lo más kistch de su década. Es evidente que no tenía la voz de Adriángela, la belleza de Li Morante, la desenvoltura natural de Karina o el estilo personal de Gelu; sin embargo, dejó muestras palpables y definitorias de lo que supuso el fenómeno ye-yé en nuestro país.

Desconocemos el nombre real de Kinita, una cantante seguramente madrileña o que al menos dió sus primeros pasos musicales en la capital del reino. Su nombre artístico procedía bien de una muñeca bastante popular que llevaba este nombre o bien del dibujo animado publicitario Kinito, que representaba en la televisión a Kina Santa Catalina, un vino quinado reconstituyente con catorce grados de alcohol gracias al cual los niños de la época cogíamos unas toñas ecuménicas. ¿Quién iba a dudar de su bondad con el retrato de una monja en la etiqueta?

Pero volviendo a lo nuestro, la señal distintiva de Kinita eran sus peinados. Cardados, rizos, recogidos, flequillos y breves melenas que le hicieron ganarse el malicioso apelativo de Princesa de la Laca, seguramente impuesto por alguna rival.

Kinita cantó absolutamente de todo con inclinación hacia los temas de procedencia anglosajona. Su casa de discos fue Philips, que acababa de perder en su escudería ye-yé a la prometedora Li Morante y que buscaba una sustituta de parecidas características. Es decir, una cantante muy joven, graciosa, capaz de hacer versiones creíbles de éxitos extranjeros y con un cierto tirón entre los chicos.

Grabó su primer EP en 1965, “Ya te Tengo / Do Re Mi / El Cochecito / Sacré Charlomagne” (Philips, 1965), incluyendo la versión española del hit mundial “I got you babe”, de Sonny & Cher. En su segundo EP, seguramente el más interesante de su carrera, se atrevió con temas de The Kinks, Nancy Sinatra y la ye-yé francesa, Sheila. No se prodigó en exceso en festivales de la canción, si bien su paso por Benidorm  fue notable, para desaparecer del mapa discográfico en 1967.

Regresó dos años después para facturar la canción por la que se la recuerda: “El Yo-Yo Ye-Yé” (Phiips, 1969), un descacharre pop que invitaba a hacer virguerías con el artilugio redondo. Y es que en aquel año el olvidado yoyó volvió a estar de moda, vendiendo millones de unidades que se anudaron tanto a dedos infantiles como adultos, organizándose campeonatos provinciales y nacionales de yoyó con jurado, puntuación y lujosos reportajes televisivos. ¿Adivinan quién ponía música a todo aquel trajín de yoyó arriba, yoyó abajo? Pues nuestra Kinita. Hoy es una canción que aparece en programas españoles y extranjeros dedicados a música de los 60 y el disco original vale una pasta. Esas apariciones se deben más a constituir un ejemplo de retropetardez que a su calidad, que era más bien poquita.

Aquel ajetreado regreso a la actividad musical no tuvo continuidad y Kinita se evaporó sin dejar rastro ni realizar nuevas grabaciones”.