Centro de Documentación Publicitaria

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¿Nos avergonzamos de ser publicitarios?

¿Y de usar el término “publicidad”? En absoluto es una pregunta retórica, me lo cuestiono de verdad.

En los últimos tiempos se están sucediendo una serie de hechos que me llevan a pensar -también es algo compartido con otros muchos colegas- que hay una corriente, dentro de nuestra profesión, por querer eliminar completamente y de forma más o menos consciente según el caso, todo lo que tenga “tufillo” al pasado. Unos hechos tendrán sus causas, otros otras, pero las consecuencias son similares: en el mundo digital, no parece que quepa el color sepia.

El desalojo creciente de personas con experiencia tanto por el lado del anunciante como por el lado de la agencia, por poner dos actores significativos, es una realidad. Es casi paradigmático encontrar a algún publicitario que ronde los 55-60 años en departamentos de marketing por un lado, o en departamentos creativos, cuentas o en medios, por el otro. Para encontrar gente que peine canas se ha de ir al departamento de administración, ¿o no? Una de las muchas consecuencias de este desembarco de trayectorias cargadas de valiosísima experiencia es que nos quedamos sin referentes, y eso es algo que no nos podemos permitir, porque todas, absolutamente todas las profesiones, al igual que el propio ser humano a nivel particular, tienen figuras en las que fijarse para prosperar.

Otro hecho es el de la caída de agencias históricas. Fruto de fusiones en la mayoría de los casos, atrás se van quedando “marcas” que lo han sido todo en la historia de la publicidad española. No hace falta dar nombres, todos y cada uno de los que lean este texto tendrán en su cabeza una triste lista corta de agencias que con solo recordarla, escuece. Sí, aquí la nostalgia me puede y me aleja de la contundente teoría evolucionista de Darwin. Sobrevive el que mejor se adapta, correcto, pero no siempre es así como sabéis. Excepciones a la regla le llaman.

El último hecho ha sucedido en los últimos días. El cambio de denominación de una de las principales asociaciones de nuestro país, por un nuevo nombre que destierra definitiva de su nomenclatura el anclaje “publicitario”, tan directo, tan definitorio.

Tres hechos que se suman a otros tantos que bajo la excusa de la adaptación a los tiempos, flaco favor le están haciendo a la PUBLICIDAD, una palabra que llevamos dos siglos empleando pero que ahora parece que ya no sirve, que no nos define. Ya no parece que sea correcto llamarnos “agencia de publicidad” (cuando todo el mundo seguirá llamándonos así, queramos o no, porque si una cosa hemos sabido hacer bien a lo largo de nuestra historia, es la de no explicar nuestro trabajo, sobre todo a pie de calle). Tampoco lo fue aquello de “agencia 360º”, ni “agencia de comunicación publicitaria”, ni “agencia de comunicación comercial”… La sensación es la de caer en una espiral de problemas con el “packaging" cuando quizás lo que hay que resolver es el contenido. La reinvención de nuestro trabajo, si es lo que se pretende, creo que no debe venir por despreciar el pasado, sino por ponerlo en valor y actualizarlo, que es muy diferente. Se está huyendo de la “publicidad” por nosotros mismos como de la peste. Y eso no nos deja en buen lugar. Probad a entrar en Linkedin e intentad buscar el cargo de “director de publicidad”, entre las principales marcas de nuestro país. Comprobaréis que salvo raras excepciones, el concepto “publicidad” ya no entra en su tarjeta de visita.

La publicidad ya no nos define. Ni nos vende. Eso es lo que parece que está ocurriendo. Y un aluvión de tecnicismos (anglicismos todos ellos) como jamás hemos vivido, provocan además que hablar de publicidad en nuestro sector, sea algo arcaico, tradicional, convencional, ¡cómo si lo que hoy se estuviera haciendo no fuese publicidad! Como si lo que hoy las agencias solucionan a los anunciantes no es lo mismo que hace décadas pero con otros nombres, con otras herramientas. Llevamos dos siglos haciendo publicidad para las marcas, ayudándoles a ponerse en contacto con sus consumidores, bien a través de un cartel diseñado por Ramón Casas a finales del siglo XIX; bien a través de la mayor orquestación tecnológica que hoy podamos hacer para una campaña.

Es incuestionable que el cambio sufrido, y elijo bien el verbo “sufrir”, por nuestro sector en los últimos años no tiene precedente alguno en nuestra escasa historia de apenas un par de siglos. La tecnología y un acelerador en este caso como ha sido la crisis económica, han hecho que nuestro trabajo haya cambiado tan radicalmente que a veces parece que cuesta encontrar semejanzas con los que hacíamos hace apenas 15 o 20 años. Pero la esencia sigue siendo la misma, y lo que hacemos, crear soluciones de comunicación, también. Por mucho que algunos se autoengañen con ese mantra de que “es el mejor momento de la historia”, pienso que la credibilidad, el valor añadido de nuestro trabajo -y si me apuran incluso la dignidad- no se gana cambiándole el nombre, despreciando el pasado, sino sumándole valor. Sí, es cierto, no queremos que nos definan como “los de los anuncios” porque cada vez se hacen menos anuncios, pero es que lo que sí hacemos es publicidad por mucho consumer insight buzz marketing customer care y crm al cuadrado le queramos poner al asunto. Un poquito de por favor, como diría aquel.

No es un tema de nostalgia. La publicidad es la avanzadilla en muchos casos de la evolución social del ser humano. Estamos ahí, en la ola. Pero eso no nos debe llevar al equívoco de la premura constante de los tiempos, de la tecnología. La reflexión, el sosiego, la raíces, son fundamentales en nuestro campo. Ir con ramas borrando las huellas que vamos dejando en el camino solo nos puede traer una consecuencia: perder nuestros orígenes, nuestra identidad, nuestra experiencia. Y sin ellas, a ver quién es el listo que pide un aumento del fee.

Por Sergio Rodríguez, fundador del Centro de Documentación Publicitaria.